miércoles, 5 de mayo de 2010

La Cenicienta moderna

Cenicienta es mi hermanastra, tiene 15 años, ojos azules, pelo rubio, nariz chata y una boca pequeña, siempre lleva su diadema azul. Pero bueno voy a dejar de hablar de sus rasgos y vallamos a la historia.
Cenicienta vivía con su padre a las afueras de la ciudad. Un día decidieron ir al centro porque su padre había conocido a mi madre. Pasaron unos meses juntos y nos comunicaron que se iban a casar, nosotras, es decir, mi hermana y yo no queríamos compartir casa con ella porque no nos llevábamos muy bien, la verdad estábamos un poco celosas ya que su padre la trataba como una princesa, en cambio nuestra madre no nos hacía mucho caso. Nos dijeron que viviríamos  en un chalet grande con muchos lujos. Además tendríamos mayordomo.
Cuando ya llevábamos unos meses juntos, el padre de Cenicienta enfermó. Estuvo pegada a él cada minuto, pero al final su padre murió, antes le dijo:
-Hija te quiero mucho, sé fuerte y si tienes algún problema busca en tu corazón.
Cenicienta pidió ayuda pero ya era demasiado tarde. Le enterramos y  ahí empezó la pesadilla de nuestra hermanastra, que al final iba a ser la nuestra. Mi madre la utilizó como nuestra sirviente, despidiendo al mayordomo y al resto del servicio.
Así fue pasando el tiempo y un día llegó a casa una carta de palacio invitándonos al baile para conocer al príncipe Felipe
Cenicienta que lo estaba oyendo preguntó:
-¿ Yo también podré ir ?
Mi madre le dio:
- Claro que sí hija, siempre que hayas terminado todas tus tareas.
Mi madre ese día le preparó muchas más ocupaciones que otros días. Aún así Cenicienta estaba entusiasmada y sacó un precioso vestido que tenía de su madre,lo colgó  en una percha y se puso a hacer las tareas de la casa, pero nosotras al verlo tan bonito lo rompimos.
Cuando Cenicienta volvió y vio su vestido todo roto, empezó a llorar, entonces oyó una voz que le decía:
-No llores, yo te ayudaré.
¡Era su amiga de la infancia!, le prestó un vestido preciso de su hermana y ella se puso unos zapatos preciosos de su madre. Su amiga la llevó en una limusina y la dijo:
-A las doce tienes que volver, o si no mi hermana me matará porque se lo he cogido sin permiso. Y lo va a necesitar. Para ir a una de sus fiestas de amigos, a la que a mi no me gusta ir porque me parece muy pijo.
Cenicienta accedió.
Llegó a la fiesta, conoció al príncipe y ambos se sintieron atraídos. Al llegar las doce Cenicienta salió corriendo y perdió el zapato. El príncipe buscó a la dueña en las casas de sus invitados, pero al probárnoslo nosotras lo rompìmos. Sin embargo Cenicienta sacó el otro zapato que tenía guardado. Así se completó su historia de amor y nosotras fuimos condenadas a servirla, pero Cenicienta nos perdonó, a cambio de no volver a vernos.

Moraleja:
Haz el bien y
no mires a quien.
La buena acción
siempre te dará satisfacción.
Alejandra